
Andrés Caicedo Estela (1951- 1977)
La narrativa de Andrés Caicedo y sus otros discursos
La obra de Luis Andrés Caicedo Estela podemos ubicarla dentro del llamado “Posboom” en la literatura latinoamericana, un periodo en el que los escritores y las literaturas surgentes trataban de establecer una relación que los diferenciara de la que en décadas anteriores, pero con particular intensidad en los sesenta, dio a conocer comercialmente una nueva camada de escritores latinoamericanos al mundo y ponía al continente a la vanguardia en materia narrativa. Es imposible concebir la escritura caicediana sin la influencia de Julio Cortázar, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique y Gabriel García Márquez, y es frecuente de hecho, encontrar rastros del llamado “macondismo” en su tempranísima obra. Algunas historias fantástico-mágicas, la apropiación de un castellano urbano latinoamericano que antes del “Boom” no había figurado en la literatura, la representación de la ciudad, o la predilección por personajes y mundos adolescentes son elementos que Caicedo construye basándose un poco en estas lecturas. Otra influencia latinoamericana que no se debe pasar por alto es la del Mexicano José Agustín, “de cuya novela Final de la laguna los jóvenes caleños sabían el dato exacto de cuantos cigarrillos de marihuana se fumaban sus protagonistas” a decir de Sandro Romero y Luis Ospina, influencia que lo emparenta directamente con el movimiento mexicano denominado literatura o narrativa de la onda que tiene muchas cosas en común con su literatura.
Harto conocidas en la obra de Caicedo son también las influencias de Edgar Allan Poe y Howard Phillips Lovecraft. que alimentan particularmente su pasión por lo macabro y lo grotesco; y un poco menos conocidas son sus lecturas de Nataniel Hawthorne, Hermann Melville, Malcom Lowry, Henry James, James Joyce y Flanery O’Conor; lecturas que complementa su fanatismo por el cine, el rock y la salsa para crear un universo particularísimo inscrito en la ciudad de Cali. Alfred Hitchcock, Luis Buñuel, Roman Polanski, François Truffaut, Nicholas Ray, John Huston, Robert Aldrich, Roger Corman, Ingman Bergman y Jerry Lewis están entre sus cineastas favoritos; así mismo, es un hecho bastante conocido entre sus lectores y fans, que Caicedo había coleccionado todos los álbumes de los Rolling Stones y que cultivaba una devoción similar hacia The Beatles. Otros rockeros influyentes en su obra son Eric clapton y su banda Cream, Janis Joplin, Bob Dylan y The Animals.
Respecto a estas dos últimas pasiones del escritor caleño, el chileno Alberto Fuguet escribe en su blog:
Caicedo es de nicho, sí, y ese nicho fusiona lo que podría denominarse la sensibilidad emo con la furia del fanboy (los cinéfilos acérrimos y fetichistas) con la de un autor literario, una suerte de Cesare Pavese tropical […] es una suerte de Kurt Cobain literario y cinéfilo que es capaz de unir a los fans de André Bazin con los de Bob Dylan. Mientras García Márquez, el mismo año, se maravillaba con las mariposas amarillas, Caicedo se obsesionaba con Travis Bickle y Taxi Driver.
Si a esto agregamos que esas influencias y lecturas ocurren en Cali, ciudad que determina definitivamente el mundo ficcional caicediano, faltaría solo anexar los nombres de Richie Ray y Bobby Cruz, Ray Barreto, Rubén Blades, Héctor Lavoe y las demás estrellas Fania para redondear parcialmente esta enumeración.
No obstante las influencias, o mejor gracias a estas, la literatura de Caicedo se caracteriza por haber logrado una voz propia dentro de la narrativa latinoamericana y por la construcción de un universo particular que se alimentaba de sí mismo para expandirse e imponerse a sus lectores como realidad literaria y que alcanza su mayor elaboración en la novela ¡Que Viva la Música!. Al respecto Sandro Romero y Luis Ospina dicen en el prólogo a Destinitos Fatales que Andrés: “hablaba de Raymond Chandler, en el sentido de nutrirse de sus propios textos y correlacionar los temas de unos y otros, de tal manera que todos sus trabajos conformasen un corpus de fijaciones y argumentos recurrentes”. Su obra, tanto de ficción como de no-ficción, es el mayor testimonio de este proceso.
Respecto a las temáticas habría que iniciar diciendo dos cosas, en primer lugar que todas las narraciones de Caicedo son historias sobre adolescentes, escritas por un adolescente para ser leídas por sus pares; y segundo, que su narrativa parte, se inscribe y depende de la ciudad de Cali (Sandro Romero y Luis Ospina). En ese sentido se trata de una narrativa urbana que produce una representación de la condición de la adolescencia en una ciudad emergente (podríamos decir también adolescente) en el marco de las tensiones sociales y culturales que los años sesenta y setenta traen para Colombia y Latinoamérica. A saber, la Revolución Cubana que despertó en Colombia ímpetus de cambio y revolución; la Alianza para el Progreso, programa impulsado por el gobierno de Estados Unidos para contrarrestar el mensaje revolucionario emitido por Cuba; el movimiento hippie, la psicodelia, el rock, el cine y la contracultura norteamericana; el segundo impulso comercial de la música afroantillana nacido en Nueva York y que agrupaba las diferentes fusiones y géneros que se consumían bajo la etiqueta musical de la “Salsa” que dio lugar a un fenómeno muy particular de apropiación e identificación de los habitantes de sectores populares de la ciudad hacia esta música; las revueltas estudiantiles de Argentina y Francia; y finalmente, por los cambios que sufrió la ciudad a raíz de un impulso modernizador que tuvo su momento cumbre en la organización de los Juegos Panamericanos en 1973 y que se sustentó en gran parte gracias a la gran bonanza producida por los primeros influjos del narcotráfico en la ciudad.
En este marco su literatura refracta la realidad producida por el choque de estas tensiones históricas en la ciudad de Cali mezclando temas como la violencia, la droga, la locura, el amor, el despertar a la sexualidad, la música, el cine, o el horror entre otros. El universo caicediano está compuesto de personajes adolescentes que asisten y participan de la degradación que la modernidad y el influjo de las culturas foráneas producen sobre los valores tradicionales del establecimiento conservador y católico colombiano. Sus personajes son eternos atormentados por la droga, por la locura, por el rock que les mete ideas raras en la cabeza. El repertorio va desde los simples droguitos fáciles de la Avenida Sexta, para pasar por nos niños psicópatas del norte que asesinan a sus padres y hacen una fiesta, o por Robertico Ross, un “chutero” de 13 años que se inyecta cocaína para escapar a la depresión que le producía su inhalación; hasta llegar al canibalismo, el vampirismo, los complejos edípicos, el masoquismo o el voyerismo, entre otras perversiones y complejos que recurren en estos relatos y novelas obsesionadas “por representar universos corruptos” (Sandro Romero y Luis Ospina). También aparece el mundo de las galladas juveniles, lugar de expresión del ser y el poder del adolescente marginal; la noche y la calle como espacios y tiempos predilectos de los personajes, lo que acentúa su condición liminal perpetua; la mujer como compendio incomprensible de hermosura y perversidad, desde Berenice, pasando por Antígona hasta la síntesis que se hace María del Carmen Huerta, que con frecuencia llevan a la perdición a los personajes masculinos.
Sin embargo, lo que hace que la obra de Caicedo tenga un lugar preponderante en la literatura latinoamericana contemporánea es su calidad estética. Su estilo narrativo, que está en desarrollo durante toda su obra conocida, llega a cristalizarse en una frescura que incluye e integra a al narrador en primera persona una multiplicidad de voces y registros discursivos que la narrativa colombiana no había escuchado bien hasta el momento: tanto del adolescente burgués que se destruye y se aliena mediante el rock y la droga, tanto del joven marginal popular que goza de la música salsa y está imbuido en todo este lenguaje afrocaribeño que florece ¡Que Viva la Música!, como a los integrantes de las pandillas juveniles que son exterminadas luego por la policía, o el cinéfilo solitario que no tiene otro modo de relacionarse con el mundo más que el cine. Además de esta plurivocidad se puede decir que hay una integración de algunos recursos narrativos del cine a su escritura: la imagen es un recurso predominante sobre los tropos retóricos; la narración avanza más sobre la base de la acción que del diálogo, y la reflexión ocupa un lugar secundario. Finalmente conviene resaltar la capacidad para crear símbolos en un discurso ágil, fresco, y sencillo de leer, lo que convierte sus obras en una literatura muy potente para la interpretación que todavía no ha sido suficientemente explorada por la crítica.
Además de la ficción destacan en Caicedo la escritura dramática en obras editadas y publicadas por la Universidad del Valle en 1997 donde sobresalen piezas como El mar, El fin de las vacaciones, Los imbéciles están de testigo, La piel del otro héroe Las curiosas conciencias; la escritura periodística en la compilación de su producción crítica sobre cine llamada Ojo al cine, producto de su actividad en el Cineclub San Fernando y de su revista homónima de la que alcanzó a editar 5 números antes de poner fin a su vida. Y la escritura de no-ficción, género donde cabe mencionar las memorias del escritor caleño editadas recientemente por la editorial Norma bajo el título El cuento de mi vida donde, a decir de El Zudaca en su reseña publicada en el periódico La Palabra, Andrés Caicedo “en tono confesional, se ausculta, se exhibe sin pudor alguno, se recrimina, se compadece, dialoga consigo mismo, con su familia, con sus amores, con sus pocos buenos amigos” (Periódico La Palabra, Universidad del Valle, # 170, mayo de 2007).
Esperamos esta pequeña presentación de la obra aguce al lector neófito a internarse en los universos caicedianos y al lector iniciado a estudiar seriamente su obra, pues es ésta una deuda que a la fecha, 30 años después de su muerte y a pesar de la difusión mediática del escritor en Colombia, todavía conserva la crítica literaria colombiana. El contenido de este portal se propone contribuir en algo al saneamiento de esa deuda.
Luis Andrés Caicedo Estela nace el 29 de septiembre de 1951 y muere el 4 de marzo de 1977 en Cali, ciudad en la que pasó la mayor parte de su vida.
Se trata de un escritor precoz que desde que descubrió su vocación por la literatura no quiso perder ni un minuto de su vida, hasta el punto de convertir la construcción de su obra en una obsesión. En 1964, cuando entró a cursar tercer grado, escribió su primer cuento, El Silencio, pero es al parecer hasta 1969, año en que gana el segundo premio del Concurso Latinoamericano de la Revista Imagen de Caracas con el cuento Los dientes de Caperucita -del que había escrito siete versiones-, que Caicedo logra consolidar una disciplina en la escritura. Desde ese momento, Caicedo continuó escribiendo cuentos cortos y piezas teatrales, y comenzó a escribir sus primeras novelas.
En la época de los festivales teatrales de los setenta se conocieron sus primeras obras teatrales Recibiendo al Nuevo Alumno y La Piel del otro héroe. Asistió a las reuniones un grupo de escritores de la ciudad llamado Los dialogantes que contaba con la participación de escritores y críticos como Carmiña Navia, Gustavo Álvarez Gardeazábal, y Eduardo Serrano entre otros y a partir de la cuál inicia un periodo de compulsividad en su consciente formación como escritor.
A su vez, y sin detener su actividad literaria, trabaja con el Teatro Experimental de Cali como actor. Allí funda el Cineclub de Cali, que inicialmente funcionaría en la sala del TEC para posteriormente ser trasladado al desaparecido Teatro Alameda y luego al Teatro San Fernando, cineclub que poco a poco se convierte en “una actitud generacional” para los jóvenes de Cali, epicentro de una intensa actividad cultural en la ciudad y que junto con Ciudad Solar –especie de posada – espacio cultural- se convierten en centro de operaciones y disipaciones de Andrés y su grupo de amigos. También es desde el cineclub que planea y ejecuta su folleto Ojo al cine que hacia 1974 se convertiría en la revista especializada sobre cine más importante de Colombia. Es también entre el cineclub y Ciudad Solar que Caicedo iniciaría sus proyectos cinefílicos con sus “pocos buenos amigos” entre los que sobresalen Hernando Guerrero, Luis Ospina, Carlos Mayolo y Sandro Romero, con quienes intenta llevar al cine su guión Angelita y Miguel Ángel, de cuyas grabaciones todavía se conservan algunos fragmentos.
En 1973, Caicedo viajó a Estados Unidos, con cuatro guiones de largometrajes escritos por él y que pretendía vender al cineasta Roger Corman. Fue allí donde iniciaría la escritura de ¡Que viva la música! y la redacción de Pronto, memorias de una cinesífilis, diario que pretendía convertir en novela. En 1974 escribió el cuento corto Maternidad, que él mismo consideraba su obra maestra. En 1975 publicó con el patrocinio de su madre en las Ediciones Pirata de Calidad su relato El Atravesado que tuvo un éxito relativo a nivel local. También entregó ese mismo año la versión final de ¡Que viva la música! a Colcultura para ser publicada. En 1976 la casa editora Crisis, de Buenos Aires, compró los derechos de impresión de ¡Que viva la música! Caicedo intentaría por primera vez suicidarse ese año.
Finalmente y cuando tenía tan sólo 25 años, el 4 de marzo de 1977, después de recibir el primer original de la novela ¡Que viva la música! Publicado por Colcultura, Andrés Caicedo muere de una sobredosis al ingerir intencionalmente 60 pastillas de Seconal, según él, porque “vivir más de veinticinco años era una insensatez“. Caicedo consideraba que debía dejar el mundo antes de pasar los veinticinco años, pero habiendo dejado una prueba de su existencia como forma de trascender.
A pesar de su temprana muerte, Caicedo dejó un gran legado a la literatura colombiana, el cual se puede ver reflejado en la obra de autores como Manuel Giraldo ‘Magil’, Octavio Escobar Giraldo, Rafael Chaparro Madiedo y más recientemente Efraím Medina y Ricardo Abdahllah. El grupo de teatro Matacandelas de Medellín ha presentado durante años la obra Angelitos Empantanados, basada en los cuentos homónimos del escritor.
Novela
La estatua del soldadito de plomo (inconclusa). 1967
La vida de José Vicente Díaz López (inconclusa). 1975
Noche sin fortuna (Inconclusa). Editorial Norma. Bogotá, (Edición 2009). 1976
¡Que viva la música! Editorial Norma. Bogotá, (Edición 2001).1977
Cuento
Calicalabozo. Editorial Norma. Colección Cara y Cruz. Bogotá, (Edición 2003). 1966
El Atravesado. Editorial Norma. Bogotá, (Edición 2009). 1975
Angelitos empantanados . Editorial Norma. Colección Cara y Cruz. Bogotá, (Edición 2002). 1977
Destinitos Fatales. Editorial Oveja Negra, Bogotá. 1984
Memorias inéditas
El cuento de mi vida. Editorial Norma. Bogotá, 2007.
Teatro
Teatro (incluye las obras El mar; El fin de las vacaciones; Los imbéciles están de testigo;
La piel del otro héroe; y Las curiosas conciencias). Editorial Universidad del Valle, Cali.
1997
Recibiendo al nuevo alumno. Editorial Facultad de Humanidades, Universidad del
Valle, Cali (Edición 1995). 1967
Cine
Ojo al cine. Selección y comentarios por Sandro Romero Rey y Luis Ospina. Editorial Norma. Colección vitral, Colombia 1999.
Compilaciones
El libro negro de Andrés Caicedo. La huella de un lector voraz. Editorial Norma, 2008
Mi cuerpo es una celda. Autobiografía. Alberto Fuguet. Editorial Norma, Bogotá. 2008
Traducciones a otras lenguas
Salsavida: Roman. Im Peter Hammer Verlag, Koln, 1997. Aus dem spanischen von Klaus D. Hebenstreit. Título original: ¡Qué viva la Música!
Libros y publicaciones sobre el autor y su obra
COBO BORDA, Juan Gustavo. Andrés Caicedo: Destinitos Fatales. En: La Narrativa Colombiana Después de García Márquez. Tercer Mundo Editores. Bogotá 1990. Publicado en Internet bajo el titulo La demencia como fruto del rigor.
LINCK, Anouck. Andrés Caicedo: un meteore dans les lettres colombiennes. L’Harmattan. Paris, 2001.
OCHOA MARÍN, Jorge Mario. La Narrativa de Andrés Caicedo. Fondo Editorial Universidad de Caldas. Manizales, 1993.
SHOUSE, Corey Clay. The unwriting of the lettered city: fiction, fragmentation and postmodernity in Colombia. UMI, Ann Arbor 1994.
TONO, Lucía. La oralidad desde la escritura: nuevas tácticas discursivas en tres novelas del posboom latinoamericano. Brown University, Providence (Rhode Island) 1999.
VARANINI, Francesco. La salsa y el suicidio. Andrés Caicedo: Cultura juvenil y cultura de la violencia en Colombia. En: Viaje literario por América Latina. El Acantilado, Barcelona 2000.
WILLIAMS, Raymond L. Andrés Caicedo – ¡Que viva la música! En: Una Década de Novela Colombiana. La experiencia de los setenta. Editorial Plaza y Janés. Bogotá 1981.
En Publicaciones Seriadas
Andrés Caicedo: suicidio y consagración En: Sociedad y Economía: Revista de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle. Año 2004, No. 006.
Andrés Caicedo o “el partido de la adolescencia”En: El Colombiano. Historias que Contar. Domingo 3 de Marzo de 2002.
Andrés Caicedo: Un joven de medio siglo. En: Gaceta Dominical El País. Septiembre 23 de 2001, No. 567.
Una hermosa modelo que se convirtió en vampiro. En: Revista Universidad de Antioquia. Año 1996, Octubre-Diciembre, No. 246.
Andrés Caicedo: El delirio de una época. En: Metáfora Año 1993, Volumen 1, No. 2.
Andrés Caicedo y Antonio Caballero: dos delirios. En: Revista Universidad de Antioquia. Año 1986, Julio-Septiembre, No. 205.
Andrés Caicedo. Notas para una lectura En: Universitas Humanística. Año 1986 Volumen 15, No. 25.
La Lucidez del sonámbulo. En: Gaceta Bogotá. Año 1980, No. 27.
Monografías de Grado
ECHEVERRY B., Ana Cecilia. Andrés Caicedo: literatura de música y droga. Colombia: Universidad del Valle, 1978. Monografía de grado de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle.
HENAO RESTREPO, Darío. El Lumpen de la literatura: análisis de ‘Bomba Camará’ de Humberto Valverde y ‘Que viva la Música’ de Andrés Caicedo. Monografía de grado de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle. Cali, Octubre de 1982.
OSPINA SILVA, Barney Alberto. Aspectos sociales en la obra de Andrés Caicedo. Colombia: Universidad del Valle, 1988. Monografía de grado de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle.
VALENCIA VALENCIA, Rodrigo. Cine, música y droga en la narrativa de Andrés Caicedo. Colombia: Universidad del Valle. Facultad de Humanidades, 1985. Monografía de grado de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle.

Calicalabozo (Cuento)
Portada Editorial Norma
Colección Cara y Cruz
(Edición 2003)
Bogotá , 1966
Cali siempre fue para Andrés Caicedo un enorme lienzo en el cual podía ver y sentir todos los matices de la condición humana. En este compendio de cuentos, el autor hace de esta ciudad un lugar donde las personas, seres perdidos y siempre trágicos, sucumben a una urbe que los somete y atrapa por igual.

Recibiendo al nuevo alumno (Teatro)
Editorial Facultad de Humanidades, Universidad del Valle
(Edición 1995)
Cali, 1967

La estatua del soldadito de plomo (Inédita)
1967
Andrés retoma personajes de sus anteriores obras para construir La estatua del soldadito de plomo. En ella los protagonistas, como en obras anteriores, se encuentran sometidos a toda clase de trampas; personajes que se levantan, arreglan y salen a la ciudad, desconocedores de las posibilidades que los abordarán en el transcurso de su recorrido.

El atravesado (Cuento)
Ediciones Pirata de Calidad
Primera edición
Cali, 1975
Portada: Editorial Norma
Bogotá, 2009
La narrativa de Caicedo explora el mundo joven de los años 60 y 70 en la ciudad de Cali. Con El atravesado, el autor da una muestra de estos acontecimientos, y sus protagonistas: jóvenes al borde del abismo, galladas como ejércitos entre la violencia y los primeros amoríos, El atravesado se presenta como reflejo de una ciudad y su generación.

Noche sin fortuna (Novela Inconclusa)
1976
Portada: Editorial Norma
Bogotá, 2009
En esta novela inconclusa, el autor recurre nuevamente a Cali con la intención de recrear la historia de unos jóvenes que se encuentran sumergidos en un mundo violento y onírico. Patiño Solano, protagonista de la historia, se ve envuelto en una marabunta de situaciones increíbles durante la noche que asistirá a su primera fiesta. De nuevo, como en otros de sus textos literarios, queda en evidencia algunos intertextos provenientes de sus cuentos.

¡Que viva la música! (Novela)
Editada por Instituto Colombiano de Cultura
Primera edición
Cali, 1977
Portada: Editorial Norma
Bogotá, 2001
Obra insigne de la literatura caleña, cuenta la historia de María del Carmen, una joven burgués que se adentra en las profundidades de una Cali plena en sexo, rock, salsa y drogas. Un mundo donde la protagonista, al igual que su autor, se sumerge en una progresiva decadencia hasta perder el sentido de su realidad.

Angelitos empantanados (Cuento)
1977
Portada: Editorial Norma
Colección Cara y Cruz
Bogotá, 2002
Tres cuentos conforman esta colección: “El pretendiente”, “Angelita y Miguel Ángel” y “El tiempo de la ciénaga”. Los personajes de los relatos son dos jóvenes de buena familia, limpios y virginales, que poco a poco se verán tragados por la vorágine de sucesos que encierra la ciudad, en la cual encontrarán una vida violenta e incomprensible.

Destinitos fatales (Cuento)
Editorial Oveja Negra
Primera edición
1984
Las obsesiones de Caicedo se reflejan en esta colección de cuentos: el cine, la antropofagía, los vampiros y los juegos con la realidad. Aquí el lector encontrará algunos de sus textos más representativos: “Los dientes de caperucita”, “Calibalismo” o “Destinitos fatales”. En estos el autor conducirá al lector hacia una espiral de irrealidad, semejante —paradójicamente— a nuestra realidad.

Ojo al cine (Cine)
Selección y comentarios por Sandro Romero Rey y Luis Ospina
Editorial Norma
Colección Vitral
Colombia, 1999

El cuento de mi vida (Memoria inédita)
Editorial Norma
Primera edición
Bogotá, 2007
La repentina muerte de Andrés Caicedo, dejó un vacío en su familia y en sus lectores. Por años, muchos de sus textos han sido objeto de estudio y alabanza. Caicedo se ha convertido, entonces, en una figura emblemática para todo aquel que inicie en las letras colombianas. Sin embargo, pese a todos los años y todos los estudios, el vacío continuaba. Acaso, esta soledad en la que el autor condenó a sus lectores, se mitiga un poco con la aparición de sus memorias; textos donde el autor muestra su inteligencia y su punto de vista para con todas las cosas que lo rodeaban.

Mi cuerpo es una celda (Autobiografía)
Editorial Norma
Primera edición
Bogotá, 2008
La vida de Andrés Caicedo fue, al igual que su obra, un transcurrir intenso y perturbador. Mi cuerpo es una celda refleja, por medio de sus cartas, otra faceta del autor de ¡Qué viva la música! Este se presenta como un testimonio de su gran inteligencia y como prueba de que la vida de un autor está firmemente ligada a su obra.

El libro negro de Andrés Caicedo, la huella de un lector voraz (Compilación)
Editorial Norma
Primera edición
Bogotá, 2008
Especificidad del cine
Por: Andrés Caicedo
Fecha: Febrero 27 de 2017
Publicado por: Revista Arcadia
Tomado de: Revista Arcadia, Cine, Un cinéfilo empedernido
La salsa de mi confusión: monólogo apócrifo de Andrés Caicedo
Por: Yefferson Ospina Bedoya
Fecha: Abril 17 de 2017
Publicado por: Periódico El País
Tomado de: Periódico El País, Entretenimiento
¡Que vivan la música, la literatura y la gallada en Calicalabozo!: Andrés Caicedo nos hace falta
Harold Pardey
Topoanálisis del espacio en la obra El mar, de Andrés Caicedo Estela: Estudio de las ensoñaciones de la casa de José y Jacinto desde la perspectiva de Gaston Bachelard.
Leonardo Abonía Ocampo
Una mirada a Andrés Caicedo
Leonardo Abonía Ocampo
Andrés Caicedo: retrato de un niño transgresor
Por: Redacción Arcadia
Fecha: Septiembre 7 de 2016
Tomado de: Revista Arcadia
‘¡Qué viva la música!’, un relato de 40 años que nunca envejece
Por: Julio César Guzmán
Fecha: Marzo 7 de 2017
Tomado de: Periódico El Tiempo, Especiales
El caso más impresionante de precocidad literaria
Reseña escrita en Abril de 1977
Por: Nicolás Suescún
Fecha: Abril 27 de 2017
Tomado de: Periódico El Tiempo, Lecturas dominicales
Así vió la luz la primera edición de ‘¡Que viva la música!’
Por: Miguel Ángel Cortés
Fecha: Mayo 8 de 2017
Tomado de: Radio Nacional de Colombia, Literatura colombiana
1951
Nace Luis Andrés Caicedo Estela, hijo de Carlos Alberto Caicedo y Nellie Estela
1956
Inicia sus estudios primarios en el Colegio Pio XI.
1958
Nace Francisco José Caicedo, hermano de Andrés, este continúa su primaria en el Colegio del Pilar.
1960
Comienza a dibujar sus primeras tiras cómicas. Revela un marcado interés por la lectura.
1961
Muere Francisco José, el hermano menor de la 1ª familia. Andrés queda como único hijo varón.
1964
Ingresa a tercero de bachillerato en el colegio Calasanz de Medellín. De esta época data su primer cuento El silencio.
1965
Ingresa al colegio San Juan Berchmans de Cali. Este establecimiento marca profundamente su universo literario.
1966
Escribe el relato Infección y su primera obra teatral Las curiosas conciencias. Ingresa al colegio San Luis Gonzaga.
1967
Dirige su adaptación de La cantante calva de Ionesco. Escribe las piezas de teatro El fin de las vacaciones, Recibiendo al nuevo alumno, el mar, Los imbéciles también son testigos, y La piél del otro héroe, esta última ganadora del Primer Festival de Teatro Estudiantil. Comienza su novela La estatua del soldado de plomo. Se presume que por esta época comienza a escribir una reflexión sobre la elación entre libro, teatro y cine. Participa en los festivales de arte estudiantil de Cali.
1968
Culmina su bachillerato en el Colegio Camacho Perea. Se vincula al Departamento de Teatro de la Universidad del Valle en el cual permanecerá hasta 1971.
1969
Ingresa como actor al Teatro Experimental de Cali donde conoce a Enrique Buenaventura. Hace parte del grupo Los Dialogantes conformado hacia 1967 por estudiantes de la Universidad del Valle. Empieza a ejercer crítica cinematográfica en los diarios El País, Occidente, y El Pueblo. Su relato Berenice es premiado en el concurso de cuento Universidad del Valle y su relato Los dientes de Caperucita obtiene el segundo premio en el Concurso Latinoamericano de Cuento organizado por la revista venezolana Imagen. Adapta y dirige Las sillas de Ionesco. Escribe los relatos Por eso yo regreso a mi ciudad, Vacío, Los mensajeros, Besacalles, de arriba abajo, de izquierda a derecha, El espectador, Felices amistades y Lulita, ¿que no quiere abrir la puerta?
1970
Adapta y dirige La noche de los asesinos de José Triana. Escribe el relato Antígona.
1971
Escribe los relatos Patricialinda, Calibanismo, Destinitos fatales, y El atravesado. También los ensayos Los héroes al principio (acerca de La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa) y El mar (sobre la obra de Harold Pinter).
1972
Escribe el guión Un hombre bueno es difícil de encontrar, basado en el cuento homónimo de Flannery O’Connor. Escribe también los relatos El pretendiente y El tiempo de la ciénaga(premiado Concurso Nacional de Cuento Universidad Externado de Colombia).
1973
Empieza a escribir ¡Que Viva la Música! Pasa una temporada en los Estados Unidos.
1974
Vive en Ciudad Solar en una casa comunitaria con Hernando Guerrero, Luis Ospina, Jaime Acosta y Francisco Ordoñez. Con Carlos Mayolo rueda la película Angelita y Miguel Ángel. Escribe Maternidad, cuento que considera su obra maestra. Aparece el primer número de Ojo al cine. Realiza un segundo viaje a los Estados Unidos para asistir a la muestra internacional de cine.
1975
El atravesado es publicado en Ediciones Pirata de Calidad. Escribe En las garras del crimen. Aparece en número 2 de Ojo al Cine. Entrega a Colcultura la redacción final de ¡Que viva la música!
1976
La editorial Crisis de Buenos Aires compra los derechos de ¡Que viva la música! Aparecen los números 3. 4 y 5 de Ojo al cine. Escribe Pronto y Noche sin fortuna. Primer intento de suicidio de Andrés.
1977
El 4 de marzo, a la edad de 25 años, Andrés se suicida con sesenta pastillas de Seconal. En abril aparece su novela ¡Que viva la música! Editada por el Instituto Colombiano de Cultura en su Colección Popular.
Tomado de: Andrés Caicedo y su obra. Estudio crítico incluido en las ediciones de Norma de su serie Cara y Cruz de las las obras de Caicedo.